Redacción Semana - semana@granasa.com.ec
La obra Jerónimo. Se ha publicado en inglés, portugués, chino y lenguaje braile, y sirve de texto en las escuelas de Nueva York.
"Te sé especial... admito que al saberlo, el primer día, el segundo, talvez el tercero, el desconsuelo me tenía con los ojos enrojecidos y las manos crispadas...", sentencia un párrafo del libro "Jerónimo" que escribió la ex vicepresidenta de la República, Rosalía Arteaga Serrano, como homenaje a su mejor maestro, su hijo especial. Aquel que le enseñó esa materia que no se incluye en el pénsum de ninguna universidad del mundo: amor por la vida.
"Presentía que algo maravilloso aprendería de ese ser que crecía en mi vientre, lo esperaba con ansias", recuerda esta madre que, como muchas del país donde 1 de cada 500 niños nace con síndrome de Down, reciben el regalo de esos seres especiales que ponen a prueba el infinito amor maternal, pero las convierte en tanto o más especiales que sus hijos.
Con la llegada de Jerónimo al seno de la familia Fernández de Córdova-Arteaga, comenzó para la doctora Rosalía Arteaga un aprendizaje que la convirtió en un ser humano diferente, más sabio, con inmensa capacidad de valorar las cosas importantes y de desprenderse de lo efímero.
La destacada profesional, que tiene en su haber un sinfín de distinciones en varios ámbitos, tanto en el diálogo, como en su libro, refleja la huella del pequeño en su vida. Jerónimo ha sido el medio para que ella, con su experiencia, tocara la vida de otros seres humanos: "Los otros Jerónimos", prologado por la escritora española Rosa Montero.
Rosalía cuenta que cuando entendió las diferencias de Jerónimo aceptó dejarlo crecer como él quisiera, sin forzarlo a aprender lo que no le interesaba. Escogió disfrutar de ese regalo de Dios plasmado en sus sonrisas, en sus miradas profundas hacia cosas hermosas y simples, las flores, las aves, las mariposas del jardín donde recibía el sol en la casa de Cuenca.
Jerónimo se convirtió en el maestro que durante 10 meses le mostró a su madre otra perspectiva de la existencia. Le enseñó a vivir. Esa experiencia que a otros habría derrumbado, a ella la hizo crecer en sabiduría y ternura.
El día en que el corazón de Jerónimo dejó de latir por complicaciones del síndrome, su madre quiso morir con él. "Hacer que mi alma y la suya se perdieran juntas en el viento", dice nostálgica. Dentro del cofre blanco, colocó su chinesco favorito, un collar de cuentas rojas, una cruz que le regalaron y una almohada musical. Quizá el viento habrá llevado hasta allí las notas del "Rin del angelito", de Violeta Parra, que refiere la muerte de un niño, y cuya última estrofa parece haber sido escrita para él: "...A dónde se fue su gracia, dónde se fue su dulzura, por qué se cae su cuerpo como una fruta madura. Cuando se muere la carne la alma busca en la altura la explicación de su vida cortada con tal premura ..."
Pero el trabajo de Jerónimo con Rosalía no había concluido. Tras su muerte, ella decide compartir su experiencia para ayudar a otras madres en su misma circunstancia. Es ahí cuando Jerónimo renace en un libro. Y se queda no solo junto a Rosalía, sino con las madres de otros niños especiales como él, porque el texto por aleccionador ha tocado tantos corazones que se convirtiró en material de estudio en escuelas de Nueva York, EE.UU., y se tradujo a 4 idiomas: inglés, chino, portugués y lenguaje braile. Pasado el tiempo de la partida de su ángel, Rosalía revive la emoción de la espera de un nuevo ser. Es el tiempo de ser abuela, se acerca la llegada de Rafaela. Al decirlo, se detiene para reflexionar que sin la experiencia de Jerónimo, su familia no sería lo que es. La cátedra del niño alcanzó a toda la familia. Sus hermanos aprendieron a amar las diferencias humanas y a crecer sin prejuicios contra ellas.
"No sé si Gabriela Mistral escribió algo más bello que sus Poemas de las Madres. Leo el primer párrafo de Jerónimo, y me llega el eco de esas impresionantes páginas", dice el escritor Hernán Rodríguez-Castelo sobre la historia del niño que enseñó a Rosalía Arteaga a ser una madre diferente.
Pintura de: Gabriela Labudda, tomada del blog Recogedor
Texto tomado de Semana Holística: Diario Expreso
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