martes, 30 de junio de 2009

El pintor que conserva la esperanza

                                   Gallo del chagra.

La Jaula del Pájaro

Francisco Febres Cordero |pajaro@eluniverso.com

A los muchos años encontré a Gilberto Almeida en su casa de San Antonio de Ibarra. Esto fue lo que me dijo: He dejado de pintar los últimos seis meses. Durante esta época he estado alimentándome psíquicamente, preparándome para lo que viene. Mentalmente estoy limpio para lo que voy a hacer. Comenzaré con un cuadro al que llamaré Autorretrato de un ser humano sin luna ni estrellas. Iniciaré mi nueva obra con gran soledad. Parto desde cero.

También voy a escribir cartas en mis cuadros, utilizando una serie de signos, de grafías. Y, a mi manera, voy a pintar los éxodos.

Va a ser un arte esperanzado, un homenaje a la gente. Quiero que mis cuadros queden en la memoria del espectador.

Esta obra no la venderé. Serán cuadros grandes, en que pretendo volver a la síntesis. Ya me cansé de que me pidan cuadros con puertas. No me interesa vender. Quiero también ir a Guayaquil para encerrarme a pintar. El clima, la ciudad, la gente me fascinan.

Pertenezco a una familia de ex terratenientes. Pero los Almeida tenemos un origen que se ha guardado en secreto.

Mi padre era ganadero y agricultor. Le gustaban los caballos. Sus actitudes ante la vida eran poéticas. Él nos introdujo en el mundo de la lectura. Por eso, hasta ahora leo todo lo que cae en mis manos, bueno y malo, ya que de todas maneras a través de los libros se aprende. Éramos siete hermanos. Yo me crié en un ambiente de enorme sensibilidad.

El arte me entró por el olfato. Había un taller en una esquina del pueblo de San Antonio de Ibarra. Una vez, al pasar por allí, olí algo agradable. Seguí el aroma y di con el taller del maestro Luis Reyes. El olor que salía era de aceite de linaza, que se me impregnó y me cautivó. El olfato me hizo pintor.

Mi padre pretendía que yo fuera agricultor. Nunca se imaginó que yo quería ser pintor. Cuando se lo dije, él me respondió: ¿Acaso eres hijo de cura? Es que en esa época estaba en auge Mideros, cuya pintura era totalmente religiosa, y por eso mi papá pensaba que la pintura y la religión estaban íntimamente ligadas.

Cuando murió mi padre nuestra familia quedó muy pobre y yo me vi obligado a trabajar en todo lo imaginable. Fui hasta peón. Todo. No tuve más remedio que trabajar muy duro para educarme.

En el camino encontré amigos que me ayudaron en mi formación, como Luis Gonzalo Cornejo. Él era socialista y, en su pobreza, me regaló una carpeta con cartulinas japonesas, pinceles y acuarelas. Otra vez me invitó a pintar y me llevó a la estación del ferrocarril. Allí me enseñó a ver la caída de la tarde y la llegada de la noche. Las luces y las sombras. Palpé esa transición y con eso recibí la más grande lección. Creo que fue en ese instante en que aprendí todo.

Me casé a los 24 años. Para alimentar a mis siete hijos, dibujaba por toneladas.

Un día fui a la calle de La Ronda, en Quito. Y vi cómo un señor cerraba una puerta. Fui a mi casa y pinté la puerta, de memoria. Vino Pablo Charpentier y me quiso comprar ese cuadro. ¿Cuánto vale?, me preguntó. Yo le dije que 2.500 sucres. Te doy 500, me dijo. Le mandé a la mierda. Cogí un marcador y le puse título al cuadro: Hasta mañana, Pablo. Esa obra se subastó luego. Desde entonces, todo el mundo empezó a pedirme cuadros de puertas, de portones. Llegué casi a la artesanía haciendo puertas y portones. Pero gracias a eso pude educar a mis hijos, construir mi casa, comprarme terrenos, tener auto y cosas de esas. 
Nací en 1928.
Deseos, proyectos...
Mi vida como pintor ha sido de lo más agradable. He gozado la vida. He tenido grandes amigos y amigas. Aunque, claro, como soy hipersensible, también he sufrido.

Ahora me hallo empeñado en crear la bienal internacional de arte popular, en Ibarra. Pero estoy en vísperas de renunciar a la idea, porque no he encontrado apoyo de ninguna naturaleza. Las personas y las instituciones parecen no interesarse en mi proyecto.

Entonces lo que hice fue construir un museo donde expondré arte precolombino y contemporáneo. Pretendo hacer exposiciones variadas, un centro al cual vengan los pintores y den charlas, conferencias. Toda la edificación la hice yo. El proyecto está casi terminado.

Aquí, en la provincia de Imbabura, se hacen los más bellos bordados, con la creatividad indígena. Zuleta tiene como símbolo la hoja de trébol. Cada región tiene su símbolo. Los de Natabuela, la hoja de taxo. Y así. De eso, se pasa a la arquitectura. El arte popular es ilimitado.

Lo malo es que estamos globalizados. Y esa globalización tiende a estandarizarnos. La obligación es rescatar nuestra cultura para, a través del arte, poner un dique a la globalización, que pretende hacernos a todos iguales.

Debo mucho a Guayaquil. Se formó en Quito la Asociación de Pintores Jóvenes. Nos invitaron a que intervengamos en el Salón Fundación de Guayaquil. Participé. Gané el segundo premio. Los artistas hicieron cuota para pagarme los pasajes de avión y darme mil sucres para los gastos. Eso fue en 1958. Yo estaba recién casado. En Guayaquil hice amigos del alma. Me prepararon un homenaje en la casa de Edmundo González del Real, situada en las afueras de Guayaquil. De esa reunión salió la Manga, un grupo bohemio de intelectuales, pintores, escritores, músicos, poetas. Nos reuníamos cada ocho días. Eso me llevó a trasladarme con mi familia a Guayaquil, donde viví algunos años. Por esa razón mucha de mi obra está allá. Pinté las casas de madera, los portales, los zaguanes. Si el olor a madera húmeda me atraía, no se diga los grillos. Yo dormía con la música de los grillos.

He caminado cientos de kilómetros para tratar de entender a la gente, he conversado con todos. Con eso aprendí a humanizarme.

A mi padre no le gustaba conversar de la familia. Pero decía que descendíamos de reyes. Decía que éramos parientes de Juana La Loca, y eso sí le creí, porque todos nosotros somos locos. Y decía también que sobre nuestra familia pesaba una maldición, por culpa de un cura. Una maldición que llegaba hasta la séptima generación. De cualquier tragedia que ocurría en la familia le echaban la culpa a la maldición del cura. Con el tiempo desentrañé el gran secreto: en el siglo XVIII, Manuel María Almeida tuvo un hijo con una dama de apellido Verdugo. Luego, para tapar su culpa, se metió a cura y continuó con sus aventuras en el convento de San Diego, desde donde huía trepándose a un Cristo para ganar la ventana. El hijo del padre Almeida fue adoptado por un matrimonio también de apellido Almeida.

Nosotros descendemos del padre Almeida, el de la leyenda. En el retrato que está en San Diego se puede ver que tiene la misma cara de mi padre o de mis tíos. En todas las generaciones hay tres o cuatro Manuel María en la familia, en honor a ese cura sinvergüenza. 
De preseas e influencias
El Gobierno me va a otorgar la condecoración de la Orden Nacional Al Mérito, que la recibiré junto con Francisco Coello, Theo Constante y Nelson Román. No he sido proclive a los homenajes pero, de alguna manera, este me enorgullece y me obliga a trabajar más.

Tengo influencias de Rendón Seminario, de Kingman, de Viteri, de Tábara, pero no en las formas, sino en la conducta de autenticidad.

Mi padre me mandaba a estudiar la escuela primaria a Atuntaqui, para lo cual yo tenía que caminar siete kilómetros de ida y siete de regreso. Eso me sirvió para comunicarme con la gente del campo y entenderla.

Cuando comienzo a trabajar soy una bestia. No siento el paso del tiempo. Me planto frente al caballete a las seis de la mañana y dale y dale, hasta que casi no puedo tenerme en pie.

En mi pintura hay un color alegre, popular.

Tengo una colección de arqueología de todo el país, que estará en el museo. Muchas piezas las he encontrado yo, en varias excavaciones. Otras, las he comprado. Son piezas magníficas, bellísimas.

Soy también loco por la naturaleza. ¿Qué culpa tengo? 
A veces me siento solo y me meto a un cuarto, bajo siete llaves. Pero se me pasa rápido. No me amargo. En ocasiones me dan rabietas y pego carajazos, pero me tranquilizo rápido.

Más que buena salud, he tenido buen carácter para soportar mis enfermedades. La muerte no me angustia, la tomo como algo natural, que tiene que llegar.

Todo lo hago con la izquierda. Pinto con la izquierda, pienso con la izquierda y oigo con la izquierda. El oído derecho lo tengo perdido.

Mi mujer es tierna en muchas cosas pero, como es hija de militar, es un tanto mandona. Su padre fue un general de la República, héroe del alfarismo. Así y todo, ella no ha podido meterme al orden. Quiere que todos los días me ponga corbata, que tenga los zapatos cepillados y cuando estoy pintando y me mancho, se pone furiosa.

La vanidad es un defecto de pendejos. Pero el orgullo no, eso es otra cosa.

Parte de mi infancia la pasé en el Carchi, donde mi padre tenía una hacienda. Allí procesábamos azúcar en unos pondos enormes que tenían un hueco abajo para que cayera la melaza. A los ocho días teníamos azúcar morena, con la que yo hacía muñecos y figuras. Creo que de allí me nace el gusto de trabajar con las manos.

Yo vengo del loco, del loco del padre Almeida. Pertenezco al mundo de los locos.

Cuando era pequeño, mi papá me llevó una madrugada al campo. Oscuro. Frío. Se sentó y me cubrió con su poncho. Yo no sabía de qué se trataba, hasta que comenzó a salir el sol. Entonces me mostró cómo nacía una planta, cómo el sol la hacía brotar de la tierra. Esa fue la mejor experiencia de mi vida: ver cómo nace una planta.

Texto tomado de: La Jaula del Pájaro  http://www.eluniverso.com/

domingo, 28 de junio de 2009

El vino se lleva bien con el cristal


Epicuro | epicuro@eluniverso.com

Hasta el agua, líquido sin color, sin sabor, sin olor, adquiere virtudes mayores cuando llega en la copa hermosa que permite  apreciar transparencia, frescura, temperatura.

No imaginamos un vino tinto servido en una taza de café, un jarrón. Resulta deprimente que le sirvan a uno el tinto de turno en un artefacto de cartón o de plástico. Antes de que se inventara el cristal, es obvio que nadie pudo realmente catar un vino. El vaso para beber llegó durante el siglo XVII. La botella, tal como la conocemos ahora, nació un siglo después.

En el siglo XIX apareció la copa llamada “balón”. Un catador dijo entonces: “Miren mi vaso. Es como la bola de cristal. Veo allí el pasado del vino, su presente y su futuro. Me siento como un adivinador”.

En la actualidad, grandes firmas como Riedel han creado copas diferentes para enaltecer los méritos de los diversos productos. Siempre aislado de la mano mediante el tallo largo de la copa, no se calienta el vino. Se puede observar su ropaje, su color frente a una luz, una superficie clara. Estrechada en su parte superior, la copa permite hundir en ella la nariz, primero sin mover el vino, luego haciéndolo girar en un movimiento circular para oxigenar el líquido, darle tiempo para que pueda solazarse contra la pared de cristal, dejar en ella su particular huella en forma de lámina que irá bajando en gruesas lágrimas transparentes, las que nos dirán todo acerca de la viscosidad del vino, su grado alcohólico, su cuerpo liviano o pesado.

Lamentablemente, muchísimos restaurantes usan copas obsoletas capaces de echar a perder la mejor botella del mundo. Existe, para los catadores exigentes, una copa de cristal muy fino especialmente elaborada para poner en valor las cualidades y los defectos de cualquier cosecha. Una de ellas lleva por nombre Le taster impitoyable, apelación anglofrancesa que significa “el catador despiadado”. Cualquier vino desarrolla allí lo máximo de su esencia. Lleva dos orificios destinados a alojar el pulgar y el índice, sin por ello calentar el contenido. Riedel tiene otra que se puede recostar, lo que permite hacer rodar el vino para oxidarlo más pronto.

El vino, como las mujeres, merece el homenaje de la inteligencia, la afectividad, el despertar de los cinco sentidos. La copa adecuada permite apreciar color, transparencia, brillo, reflejos, matices,  intensidad que va desde el blanco refulgente hasta el rojo oscuro, el clarete, el rosado, los tonos de oro, de trigo, el toque marrón que distingue a los tintos muy añejos.

Pero lo esencial es el gusto de beber un buen vino, de saber apreciarlo, así como muchas personas gozan de un concierto sin conocer una sola nota de música. 
Alfred de Musset decía: “No es grande tal vez, pero es mi copa”.

Beber de un solo tirón es como atropellar a una mujer hermosa sin mirarla, captar su perfume, apreciar su vestido, sus ropajes íntimos, sus secretos, el sabor de cada uno de los poros.

Tomado de: Epicuro / http://www.eluniverso.com/

viernes, 26 de junio de 2009

Lo que saben los taxistas

La Jaula del Pájaro

Francisco Febres Cordero | pajaro@eluniverso.com


Es fama que los taxistas son, entre todos los seres humanos, los mejor informados. Al fin y al cabo, por algo pasan día y noche, mientras recorren las calles, escuchando las noticias a través de la radio, leyendo de cabo a rabo la prensa en los momentos libres en que esperan pasajeros, y enterándose de las opiniones ajenas en su largo deambular hacia el sitio al que el cliente se dirige.

“El taxista que me conducía hacia el hotel me dijo...”, es casi una fórmula sacramental con que los periodistas comienzan sus crónicas en ciudades ajenas, en la certeza de que su informante está absolutamente al tanto de la realidad en las materias más disímiles, que van de las futbolísticas a las económicas, pasando por las políticas, militares, sociales, raciales, religiosas o internacionales.

Salvo rarísimas excepciones, los taxistas se caracterizan (y en eso se parecen bastante a los dentistas) por su gran locuacidad. Si no entablan conversación apenas el pasajero aborda el vehículo, es solo porque están enfrascados en una pelea encarnizada con algún automovilista, o porque el pasajero corta la charla de manera tajante con un gruñido seco.

Lo curioso es que, siendo tan sabios y teniendo una opinión tan personal sobre casi todos los asuntos humanos y divinos, los taxistas ecuatorianos tienen una notoria debilidad en algo que debe ser consustancial a su profesión: saber la ubicación geográfica de las calles.

Cuando alguien sube a un taxi y pide al chofer que lo conduzca a determinado sitio, casi siempre se encontrará con que es el que debe orientar al chofer quien, con solo escuchar la dirección, pone una cara de alumno cogido en falta y, con ojos desorbitados por la sorpresa, pregunta: ¿Y eso por dónde queda, mi señor?
Ventajosamente, su labia le permite, de esquina en esquina, solicitar, con la cabeza fuera de la ventanilla, ayuda a los peatones, con el inconveniente de que ellos muchas veces tienen las versiones más contrapuestas sobre el nombre de la calle buscada y un sentido de orientación bizco: lo que uno ve que es para el norte, el otro ve que es para el sur.

Para descargo de los profesionales del volante, valga señalar que la nomenclatura de nuestras calles es una suerte de crucigrama que supera el absurdo (en Quito hay ocho calles que se llaman Aguirre, ocho Alfaro, catorce Chiriboga, cuatro Cordero, veinte García y cinco García Moreno). Es tal la intrincada maraña de nombres, que solo puede ser resuelta con la ayuda de un mapa de la ciudad, artilugio que los taxistas parecen desconocer por completo porque jamás tienen uno a mano.

¡Ah, los taxistas! Tan locuaces para resolver los problemas del mundo durante el tiempo que demoran en deslizarse de un semáforo a otro, y tan huérfanos de conocimientos sobre la ubicación de las calles.

Algunos tienen su temperamento, además. Hice parar un taxi un mediodía, durante esos tediosos instantes que los expertos conocen como “hora pico”. Una vez acomodado en el asiento posterior, di al taxista la dirección a la que pretendía ir. Y él, con una sinceridad que me dejó pasmado, dijo: -No, señor, allá no lo llevo.

-¿Por qué?-, le pregunté atónito, sin vislumbrar a qué obedecía su negativa.
-Porque por ese sector hay mucho tráfico-, añadió con una sinceridad apabullante.

No valieron razones (entre otras, que los vehículos habían sido inventados justamente para andar por las calles y que es en las calles donde hay otros autos. Ante la inutilidad del argumento, recurrí a otro que consideré aún más convincente: estaba dispuesto a aumentar generosamente la tarifa que marcara el taxímetro). Sin más trámite, me vi compelido a descender y me encontré de súbito plantado en la acera con el brazo extendido y cara de damnificado, a la espera de algún otro conductor menos remilgado.

A pesar de todos estos imprevistos, si el pasajero conoce bien la ciudad y está en capacidad de guiar al taxista ágilmente por los recovecos de la urbe hasta arribar al sitio de destino, el viaje puede resultar agradabilísimo, gracias a una charla muy amena que contribuirá a aumentar sus conocimientos, porque, en realidad, los axistas saben todo de todo.

Menos lo único que están obligados a saber, claro.

Tomado de: La Jaula del Pájaro  http://www.eluniverso.com/

martes, 23 de junio de 2009

La partícula ‘como’ y sus distintos usos y significados

La esquina del idioma
Piedad Villavicencio Bellolio | pvillavi@eluniverso.com

Pregunta: ¿El comparativo ‘como’ es aplicado en cualquier caso? En una carta enviada a diario El Expreso, con fecha 12 de mayo del 2004, hay una línea que dice: “Hoy, como Chávez, está en el poder”. (Refiriéndose a Lucio Gutiérrez). Me parece que el ‘como’ está mal empleado. ¿Qué opina usted? (Marcia Fernández, Guayaquil)
             
Respuesta: ‘Como’ es una partícula átona (inacentuada) que desempeña algunas funciones: puede ser adverbio, conjunción o preposición.
El adverbio ‘como’ se usa en frases que expresan el modo o la manera en que se realiza la acción del verbo: No me gusta como te expresas.

En sentido comparativo denota semejanza, igualdad o relación de equivalencia: Es inteligente como su padre.
El ‘como’ de la frase que usted cuestiona está bien aplicado y denota igualdad: Hoy, como [al igual que] Chávez, está en el poder.

Se lo llama ‘como’ aproximativo en oraciones circunstanciales e indica aproximación o semejanza (aproximadamente, más o menos): Vino como al mediodía.

También se lo emplea con el concepto de “según o conforme”: Todo sucedió como usted lo dijo.
             
La conjunción ‘como’ se utiliza con el significado de ‘si’, en frases condicionales y seguida del modo subjuntivo para indicar advertencia o amenaza: Como no estudies, perderás el año.

Funciona como enlace gramatical subordinante con valor causal, equivale a la conjunción ‘porque’. Con esta acepción se aplica también con la conjunción ‘que’: Como llovió todo el día, no pude ir a visitarte. Deduzco todo lo que pasó, es como que hubiera estado en aquel lugar. Todo lo tengo muy claro, como que el problema ocurrió delante de mí.

Expresa probabilidad y suele preceder a la conjunción ‘que’: Escuché como que llovía.
             
La preposición ‘como’ se escribe ante sustantivos con los significados de “en calidad de”, “en condición de”, “alrededor de”: Fui al juicio como testigo. En el estadio había como 3.000 personas.
             
La partícula ‘como’ y las locuciones conjuntivas
Junto al sustantivo consecuencia significa “a consecuencia”, “en consecuencia” y “por consecuencia” (equivalen a “como resultado de”): Los transportistas cerraron las carreteras, como consecuencia los mercados estuvieron desabastecidos. Constituye también la frase “como consecuencia de”: Como consecuencia del paro de transportistas, los mercados estuvieron desabastecidos.

Forma la locución “como quiera que” o “comoquiera que” (de cualquier modo) y se la usa en este tipo de oraciones: Como quiera que sea, llegaste demasiado tarde. Como quiera que sea, lo que hiciste ya no tiene remedio.
             
Como muy...
Es incorrecta la estructura formada por el verbo ser + como + muy + adjetivo: *Este pueblo es como muy aburrido.

En el lenguaje coloquial, está muy generalizado su uso innecesario en expresiones atributivas: *Tengo como un cargo de conciencia.

Se escribe con acento (cómo) cuando es adverbio interrogativo y equivale a “de qué modo, de qué manera, por qué motivo, causa o razón; en fuerza o en virtud de qué”.

Tomado de: La esquina del idioma  http://www.eluniverso.com/

sábado, 20 de junio de 2009

“Andar de zocos en colodros”.


La esquina del idioma
Piedad Villavicencio Bellolio | pvillavi@eluniverso.com

Pregunta:  Deseo saber qué significa la expresión “de zocos en colondros”, así como “mondo y lirondo” significa limpio y sin añadidura. (Ruth García, Guayaquil).
            
Respuesta: “Andar alguien de zocos en colodros” es una frase coloquial que se emplea con el significado de ‘ir de mal en peor; salir de un negocio peligroso o de un problema y entrar en otro negocio de mayor peligro o en más problemas’. Note usted que es colodros, no colondros. También se usa en femenino: “Andar de zocas en colodras”. Miguel de Cervantes aplicó la frase en el Quijote de la Mancha (Primera Parte, capítulo 18): “Y lo que sería mejor y más acertado... fuera el volvernos a nuestro lugar... dejándonos de andar de Ceca en Meca y de zoca en colodra, como dicen”.

Zoco es un zapato de madera (zueco). Significa también zócalo, plaza, zurdo. En Panamá se emplea para denotar que una persona tiene amputado un brazo o los dos. En Marruecos se le dice zoco a los mercados.

Colodro  es una especie de zapato de madera.

Colodra es una vasija de madera que usan los pastores para ordeñar cabras, ovejas y vacas; también es un receptáculo de madera, como herrada (con aros de hierro o de latón), que sirve para poner el vino y controlar la cantidad a medida que se lo va vendiendo. En Cantabria y Palencia, “colodra” es una funda de cuerno o de madera con agua, que lleva el segador (persona que corta mieses o hierba) colgada en la cintura.
             
 El adverbio y el adjetivo modifican al verbo.

 Pregunta:  ¿Por qué a veces se usa un adjetivo en vez del adverbio? 
Por ejemplo, todos dicen “Juan habla rápido” y no “Juan habla rápidamente”. Y de la novela Los de abajo... “se oían tan claros los gritos”. (Conan Shinn)

Respuesta: Se suele emplear un adjetivo en vez de un adverbio o viceversa, porque el adverbio es una palabra que desempeña, respecto del verbo, del adjetivo o de otro adverbio papel semejante al que el adjetivo ejecuta con respecto al sustantivo.
También se adverbializa con sufijos como –mente. Así como el adjetivo modifica al sustantivo y al verbo, el adverbio también modifica al verbo y al adjetivo. Las frases “Juan habla rápido” o “Juan habla rápidamente” expresan lo mismo: que Juan habla con celeridad, deprisa. Incluso, en el Diccionario de la Real Academia Española constan como sinónimos el adjetivo ‘rápido’ y el adverbio de modo ‘rápidamente’.

Lo mismo ocurre con la expresión “Se oían tan claros los gritos”, usted puede indicar que los gritos se escuchaban de manera inteligible, comprensible o bien distinguible si aplica el adjetivo 
claro o el adverbio claramente.

El uso de la tilde en los pronombres demostrativos.

Pregunta:  ¿En algún caso la palabra “eso” lleva tilde? (Alicia de Sánchez)

Respuesta: Según las normas vigentes de ortografía, es opcional el uso de la tilde en los demostrativos este, ese y aquel, con sus femeninos y plurales. Se pueden tildar cuando funcionen como pronombres y haya riesgo de ambigüedad. Este Diario nunca tilda los demostrativos, pues cuando una frase está bien construida y se han aplicado los respectivos signos de puntuación, es casi imposible que en ese texto pueda existir alguna anfibología.

El Diccionario de Uso Correcto del Español en el Ecuador (DUCE), de la Dra. Susana Cordero de Espinosa, indica que en la práctica es muy raro tal riesgo de anfibología, aunque existe en algún caso. Cuando  este sea inminente, han de tildarse los pronombres demostrativos: 
Los chicos compraron muchas golosinas: éstos, chocolates; aquéllas, quesadillas. Si no se pone la tilde, estos y aquellas se tomarán por adjetivos demostrativos y el significado del periodo resultará confuso. Sin embargo, tal confusión se evita también, como se ve en el ejemplo, con el uso de la coma luego de los pronombres demostrativos, signo que indica la presencia tácita del verbo.

Los pronombres neutros esto, eso, aquello, que no tienen plural, nunca se han tildado: Esto no me parece bien. Aquello fue verdadero.

La escritura de los días de la semana y de los meses.

 Pregunta: Cuando yo estudié español como lengua extranjera, aprendí que se escribe el día de la semana o el mes con minúsculas, por ejemplo lunes, martes, enero, febrero. Sin embargo, me he fijado que en el Ecuador se escriben con mayúsculas.
¿Cuál es la manera correcta?, ¿por qué esta costumbre se ha arraigado en este país?
¿Será un anglicismo importado de Estados Unidos? (Alan Williams)

Respuesta: En el idioma español, los nombres de los días de la semana y de los meses se escriben con letra minúscula. Se justifica la escritura con mayúscula inicial cuando el nombre está al comienzo de la frase, obviamente.

En Ecuador y en cualquier país de habla hispana se usa la misma norma, si usted en alguna ocasión notó que un ecuatoriano escribió esos nombres con mayúscula inicial, seguramente esa persona cometió un error ortográfico.

Tomado de: La esquina del idioma  http://www.eluniverso.com/

jueves, 18 de junio de 2009

Aprendamos a silabear para separar correctamente las palabras

La esquina del idioma
Piedad Villavicencio Bellolio | pvillavi@eluniverso.com

Pregunta: Quisiera saber si es correcta la división silábica de las siguientes palabras: vacía = va-cí-a, geometría = ge-o-me-trí-a, aéreo = a-é-re-o, murciélago = mur-ci-é-la-go. (Katiuska Katerine Muñoz Murillo, Puebloviejo, Los Ríos)
             
Respuesta: Para saber dónde separar o cortar las palabras al final de un renglón y hasta para poner las tildes es muy importante primero aprender a dividir las palabras en sílabas. Una sílaba es el conjunto de letras que se pronuncian en un solo golpe de voz.

En lo que concierne a la división silábica hay unas cuantas normas que debemos saber:

- Cuando una consonante está en posición intervocálica se agrupa con la vocal siguiente: pelota = pe-lo-ta.

- Si dos consonantes se encuentran entre dos vocales, la primera consonante forma sílaba con la vocal anterior, y la segunda consonante constituye otra sílaba con la vocal posterior: artista = ar-tis-ta.

Esta norma tiene sus excepciones: los grupos pr, pl, fr, fl, tr, dr, cr, cl, gr, gl, br, bl, rr, ll, qu y ch son inseparables y forman una sílaba con la vocal siguiente:

aprender = a-pren-der, ampliar = am-pliar, cifra = ci-fra, castrense = cas-tren-se, adrede = a-dre-de, concretar = con-cre-tar, ciclón = ci-clón, cablegrama = ca-ble-gra-ma, etcétera.

- En el encuentro de tres o más consonantes, las dos primeras seunen a la vocal precedente y la tercera, a la siguiente vocal: perspectiva = pers-pec-ti-va.

- La unión de dos vocales fuertes o abiertas (a, e, o) requiere de dos sílabas diferentes: aéreo = a-é-re-o, geometría = ge-o-me-trí-a.

- Una vocal fuerte (a, e, o) y una débil (i, u) si forman diptongo, constituyen una sílaba: baile = bai-le.
- Dos vocales débiles también forman diptongo y no se disocian: cuidado = cui-da-do.

- Un triptongo al igual que el diptongo forma una sílaba: Uruguay = U-ru-guay, guau = guau.

- Cuando están en contacto una vocal débil (i, u) acentuada y una fuerte (a, e, o) existe hiato y se forman dos sílabas distintas: vacía = va-cí-a, geometría = ge-o-me-trí-a.

- En los diptongos formados por una vocal abierta tónica (a, e, o) y una cerrada átona (i, u), la tilde se coloca siempre sobre la vocal abierta y forman una sola sílaba: murciélago = mur-cié-la-go.
             
División de palabras al final de un renglón
             
Si por motivos de espacio hay que cortar una palabra al final de una línea, la Real Academia Española (RAE) recomienda dividirlascoincidiendo con el silabeo: no- / sotros, de- / samparo, hispa- / noamericano, etcétera.

La RAE también aconseja que dos o más vocales seguidas nunca se separen al final del renglón aunque formen diptongo, triptongo o hiato. La única excepción se da si las vocales forman parte de dos elementos distintos de una palabra compuesta: contra- / espionaje.

Cuando la primera sílaba de una palabra es una vocal, no se dejará esta letra sola al final del renglón: amis-/ tad, y no *a- mistad. Si esta vocal va precedida de una h, puede quedar la primera sílaba al final de línea: he- / rederos.

Si hay una h intercalada en una palabra no se debe colocar delante de esta letra el guión: al- / mohada o almoha- / da, y no *almo-/ hada. La única excepción son los casos en que la h intercalada precede a los diptongos ie, ue, en que puede colocarse el guión delante de la h: des- /hielo; aquí la h es principio de sílaba y la vocal posterior es, en realidad, una semiconsonante, por lo que, en estos casos, el guión respeta la norma de no romper sílabas ni secuencias vocálicas.

Tomado de: La esquina del idioma  http://www.eluniverso.com/

lunes, 15 de junio de 2009

La esquina del idioma

Piedad Villavicencio Bellolio |pvillavi@eluniverso.com

“Don” y “Doña” son fórmulas de cortesía que se usan junto al nombre.

Pregunta: Por favor, ilústreme respecto al uso común de la palabra “don” que se antepone al nombre de las personas. Ejemplo: Don José.

Respuesta: El Diccionario del Uso Correcto del Español (DUCE), de la doctora Susana Cordero de Espinosa, se refiere a “don” y “doña” como ‘tratamientos de respeto, hoy generalizados, que se anteponen a los nombres de pila’: Don Juan González es todo un señor. Doña María no vendrá esta tarde. 2. Se abrevian en D., Dña., y se anteponen a los nombres de pila: D. Gonzalo, Dña. Rosa, no a los apellidos. 3. En el Ecuador en medios rurales o populares se escucha: Don González, Doña López. No es uso que pertenezca al registro culto. 

Evítese. “Enantes” es sinónimo de “recientemente”.

Pregunta: Tengo una gran duda acerca de una palabrita, por la cual algunas veces he discutido, se trata de “enantes”. Para mí, lo correcto es “hace un rato”, “hace un momento”. Ejemplo:
–Ya te entregué el cuaderno.
–¿En qué momento?
–“Enantes nomás”.
Debería decirse “te lo entregué hace un momento”, y no utilizar esa expresión tan fea. (Marianela Andrade, Guayaquil)

Respuesta: El adverbio de tiempo “enantes” no consta en todos los diccionarios, pero he comprobado que está en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), significa ‘recientemente’, ‘poco tiempo antes’ o como usted indica: ‘hace un momento’, ‘hace un rato’. Se lo emplea en Colombia, Panamá, Perú, Venezuela y, aunque el diccionario académico no lo menciona, se usa también en nuestro país.

El DUCE indica que es de uso popular y suele usarse en diminutivo: enantitos. Es frecuente la expresión “endenantitos” pero se recomienda la forma “antes”. Ni el DUCE ni el DRAE cuestionan la aplicación del adverbio de tiempo “enantes”.
           
¿Por qué se escribe Filanbanco con “n”?

Pregunta: Deseo que me despeje una incógnita que tengo desde hace un buen tiempo, es acerca de la palabra Filanbanco. Hasta donde yo sé antes de B y P se escribe M, pero no entiendo por qué en Filanbanco ponen N. (Jimmy Sandoya Montesdeoca)
            
Respuesta: La palabra Filanbanco es un acrónimo, proviene del nombre La Filantrópica + banco. Los acrónimos son palabras que se forman a partir de la combinación de elementos de dos o más vocablos, generalmente se componen por el principio de la primera y el final de la segunda, viceversa u otras uniones. Así, Filanbanco es el resultado de la fusión Filan + banco. Los acrónimos y las siglas deben respetar la grafía de las palabras que los originaron, por esta razón también Enprovit y Enprode se escriben con “n”,  aunque la regla ortográfica indique que antes de la letra “p” va siempre la “m”.

También hay casos en los que se escribe “n” antes de “b”, así lo indica el Diccionario de dudas / Avances, de la página web de la RAE (www.rae.es):

Delante de “b” nunca se escribe “n”, excepto algunos nombres propios extranjeros en los que se respeta la grafía originaria, como “Gutenberg”, “Hartzenbusch” o “Canberra”.

Cuadripléjico y tetrapléjico

Pregunta: Cuando una persona tiene parálisis en las cuatro extremidades ¿se dice que es cuadrapléjico, cuadripléjico o tetrapléjico?

Respuesta: Según la RAE,  las formas “cuadriplejia” o “cuadriplejía” se emplean para referirse a la parálisis que afecta a las cuatro extremidades. Ambas acentuaciones son correctas (-plejia o -plejía); esta forma de escritura se usa en América, mientras que en España “tetrapléjico” tiene más aceptación. Son incorrectos los nombres *cuadraplejia y *cuadraplejía y el adjetivo derivado cuadrapléjico.

Cuando una persona tiene parálisis en las cuatro extremidades es cuadripléjica o tetrapléjica.

Tomado de: La esquina del idioma  http://www.eluniverso.com/
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