La Esquina del Idioma
Piedad Villavicencio Bellolio
Esta consulta sí que me sumergió en un carajo de investigación. En hora buena. Pero antes de seguir, cáptese que he usado «un carajo de investigación» con los matices de ‘una investigación grande, compleja, gratificante’.
Resulta, lectores, que he revisado un sinfín de diccionarios antiguos, de notas etimológicas y hasta hice un pequeño sondeo sobre este cuestionado vocablo que tiene aristas positivas y negativas.
«Carajo» suele emplearse para transmitir enojo, alegría, ponderación, exaltación, júbilo, desprecio o como palabra malsonante y vulgar. El tono y el contexto escrito o hablado son los que se encargarán de poner el matiz que se ajuste a las pretensiones comunicativas del emisor.
Pero hagamos un breve recorrido por su historia. «Carajo» es de etimología incierta. Hasta ahora no se han presentado argumentos que validen su origen. Lo que se puede asegurar es que no surgió en América, pues consta en textos muy antiguos como el del Cancionero de Baena, de Juan Alfonso de Baena, que es una recopilación de poemas que datan de la segunda mitad del siglo XIV y comienzos del siglo XV, es decir entre 1350 y 1430, mucho antes de que Colón llegara a tierras americanas.
En 1607, «carajo» consta con el sentido de ‘miembro viril’, en el Tesoro de las dos lenguas francesa y española, de César Oudín.
En el Gran diccionario de la lengua castellana publicado en 1904, por Aniceto de Pagés, figura como derivado del latín charaxare (escribir). Se indica en este diccionario que carajo «es voz desterrada de la sociedad culta y solo se usa en el lenguaje familiar o entre la gente del pueblo». El sustento de esta etimología es frágil y no tuvo eco en otros libros de lenguaje.
Así ingresó al Diccionario académico (1983), como voz malsonante o despectiva. Matices que se mantienen en la actualidad; pero entre otros sentidos, también se emplea para referirse con descortesía a una persona sin mencionar su nombre: Con seguridad habrá problemas, pues llegó ese carajo.
La experiencia me faculta para indicar que, por estas tierras ecuatorianas, «carajo» aparece en diferentes ámbitos: cultos o coloquiales; y que tiene una gama poderosa de sentidos. Es una voz fuerte, que conmina al orden, transmite desdén, denota fuerza moral y física.
Con sus connotaciones favorables y peyorativas, es una palabra tan necesaria en nuestro idioma que surge de manera fácil, espontánea, natural. Con «carajo» se formaron algunas locuciones de las que hablaremos en otra oportunidad. (F)
FUENTES:
Diccionario de la lengua española (2014) y Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española, de la Real Academia Española.
Diccionario de la lengua española (2014) y Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española, de la Real Academia Española.
Pintura de: Karin Jurick, tomada del blog A Painting Today
Texto tomado de: La Esquina del Idioma Diario eluniverso.com
Guayaquil, Ecuador