martes, 15 de septiembre de 2009

El vino y la percepción femenina

Ojo a la Gastronomía
Epicuro | epicuro@eluniverso.com

El machismo está felizmente de bajada. La mujer se rebeló en contra de quienes pretendían monopolizar los talentos. El chef ya tiene en el Diccionario panhispánico de dudas una correspondencia femenina. 

Hablamos de presidentas, árbitras, pero aunque no lo crean, todavía se pone de hocico la Real Academia, no homologa gerenta. Siguen ciertos hombres pensando que los hombres manejan muy bien, las mujeres de pésima manera. Las  estadísticas nos dicen que, generalmente, el sexo femenino puede llegar  a las abolladuras, los machos al choque frontal, violento, mortal. Estoy seguro de que tendríamos menos accidentes si el volante de los buses estuviese en manos de mujeres experimentadas. Se llega a pensar que luce más viril aquel individuo que bate el récord de la borrachera. En todo caso, tampoco me gusta ver a una mujer pasada de copas. Quien respeta el vino jamás se embriaga.

Otros pretenden que el trago es cuestión de machos, cuando en realidad muchos libros de enología o gastronomía han sido escritos por mujeres. Siento un respeto especial por Patricia Wells de fama universal,  la italiana Paola Gho (Piaccere del vino), Ángela Bellagamba, Johanna Simon y otras. La Guía de vinos de Chile incluye entre sus panelistas a doce señoras o señoritas.


Nuestras compañeras tienen una intuición desarrollada que les permite generalmente frenar antes de alcanzar el desastre etílico. Son dueñas de un paladar educado, así como lo demuestran mis respetadas amigas Grace y Patricia en su Cofradía del vino. Tampoco existen muchos casos de damas sorprendidas manejando en estado de ebriedad.

Lady Astor decía: “Nunca bebo demasiado porque me gusta estar consciente de mis alegrías”. Lo malo del exceso, cuando se empina el codo, es que embota los sentidos, nubla la mente: existen muy pocos seres que  conservan dignidad e inteligencia si se les opaca el juicio. He visto el caso de hombres brillantes  volviéndose agresivos, bravucones o estúpidos. Viñas, bodegas & vinos, obra completísima  en cuanto a botellas de Sudamérica, fue coordinada por dos personas entendidas: Marina Beltrame y Flavia Rizzuto. Eligen a los cincuenta mejores vinos del continente desde hace  varios años.

Las mujeres sienten entre sus dedos el grano de un textil,  la trama de una tela, la textura de un Cabernet Sauvignon, un Merlot. La mayoría de mis amigas prefiere los tintos; ya no recordamos a nuestras abuelas aficionadas al moscatel,  Málaga, Oporto. No solamente saben nuestras compañeras compartir los aromas, efluvios, sabores de una gran botella, también saben amenizar conversaciones sin hablar de política,  sexo, automóviles. El conjunto de Los Guarros cae en el drama al incluir  letras como “déjame sangrar, meterme un cañón frío en mi sien, porque voy a volver a las noches de vino y  mujeres”. Gracias a Dios, las opciones suelen ser más positivas. Hubo una época en que se prohibía el ingreso de las mujeres en las bodegas. Se pensaba que una mujer con reglas enturbiaba el vino, pero Johann Strauss  compuso valses donde se habló de la feliz unión que suele reinar entre el sexo hermoso y el blanco de Viena. Pongo, sin embargo, en tela de duda que las copas de champaña anchas hayan sido modeladas a partir del seno de María Antonieta o de la Pompadour. Según los retratos, lucen ambas algo más opulentas. Fuera de ello, la mujer suele tener una sensualidad más desarrollada en cuando a lo que se mira, se huele, se saborea, se escucha o se prueba. ¡Salud!, lindas compañeras.

Texto tomado de: Epicuro / http://www.eluniverso.com/

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