25 de julio
La ciudad del río Guayas y el estero Salado festeja hoy, día de su patrono Santiago, los 474 años de su proceso fundacional, culminado por Francisco de Orellana.
Nila Velázquez/nvelazquez@eluniverso.com
Por supuesto su gente, las personas que nacieron en ella y los que vinieron de fuera, de otros rincones de la patria o de más allá de las fronteras.
Guayaquil es millones de manos abiertas y generosas que acogen al que llega y están dispuestas a dar al que lo necesita. Generosidad expresada en grandes y organizadas respuestas de un trabajo voluntario, no siempre comprendido, pero también en pequeños gestos acogedores de la vida diaria: del padrino que recibe al ahijado que llega buscando el futuro, del amigo que vino primero y luego guía y apoya al que lo hizo después, de la vecina que comparte lo poco que tiene con los hijos de la comadre que trabaja en el mercado.
Es ciudad de emprendedores, de grandes y exitosos negocios y de actividades de la más variada índole: la carretilla en la que se venden perros calientes, el fogón para vender maduro asado, el pequeño taller de costura, la tienda del barrio.
Es también, lugar de muchas propuestas creativas: las de los artistas plásticos,
los grupos teatrales, los museos, los clubes de lectura y, además, las múltiples
formas ingeniosas de encontrar solución a los problemas de la vida cotidiana.
Es bullicio, música a alto volumen, la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, escuelas de ballet, conservatorios, orquestas juveniles, coros, Julio Jaramillo, Fresia Saavedra, el Museo de Música Popular, la Escuela del Pasillo.
Es oración silenciosa en los templos, pero también la procesión del Cristo del Consuelo y el culto al Divino Niño.
Es el orgullo por las hazañas deportivas de Pancho Segura y Andrés Gómez, pero igualmente delirio o frustración por el resultado de las campañas deportivas de Barcelona y Emelec y, por supuesto, fútbol callejero.
Es la creatividad de la nueva cocina y el gusto irreemplazable por el cebiche, la guatita, el encebollado, el seco de chivo, el arroz con menestra.
Es miles de jóvenes preparándose en las universidades, pero también otros tantos sin poder ingresar a ellas, buscando el sustento diario como pueden y defendiéndose de las tentaciones del dinero fácil.
Es los grandes supermercados, los mercados municipales, las pequeñas tiendas y los vendedores informales ofreciendo sus productos al paso.
Es el Malecón y el Salado, el parque del Centenario y el “de las Iguanas”, la Playita, Viernes Santo, el parque de la Trinitaria, el Mirador de Bellavista, el Parque Histórico, el Jardín Botánico, el cerro Santa Ana y Las Peñas, siempre Las Peñas.
Es actividad constante, trabajo y progreso, fe en el porvenir, pero también es, la tranquilidad perdida por la delincuencia no controlada.
Es ciudad que vibra, que se construye cada día, que no se rinde, que progresa, que sueña, que no para, pero que es capaz de hacerlo cuando es necesario para demostrar que no acepta agresiones, ni renuncia a sus posibilidades de progreso.
Es un ayer que no olvidamos, un presente vibrante que construye y, sobre todo, es un mañana que no debemos renunciar a construir.
Es ciudad que vibra, que se construye cada día, que no se rinde, que progresa, que sueña, que no para, pero que es capaz de hacerlo cuando es necesario para demostrar que no acepta agresiones.
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