Dick Handall en Chaupi Estancia (Yaruquí) logró producir un muy honesto Palomino, pero no alcanzó la calidad anhelada en sus tintos. Fui a recorrer aquel sector y me emocionó observar cómo experimentaba a regular altitud con cepas de todo tipo.
Hace una semana me llegó una botella de hermosa presentación: etiqueta negra con letras doradas, acabado perfecto en el encorchado. Consciente de que el más bello vestido puede ocultar un cuerpo defectuoso, abrí la botella con escepticismo, vertí en una copa especial para catar una pequeña cantidad de vino.
Me llamaron la atención de inmediato el color rubí intensamente oscuro con estallidos de violeta, el aroma de vainilla que hablaba de barrica francesa. Me pregunté si se había usado aquel tipo de madera o las virutas de roble cuyo uso la Unión Europea recién ha permitido. Solo podría contestarme esta pregunta el enólogo mendocino Abel Furlan. ¿Quién es él? Pues háganme el favor de consultar yahoo.com: se quedarán asombrados.
Lo único que sabía era que Furlan tenía su vino de autor, el Malbec que lleva su nombre. Probablemente admirador de Émile Peynaud (el ídolo de Epicuro), Paola Gho, el slow food; desconfiado frente a los gurús como Hugh Johnson y Robert Parker, no es solamente el enólogo capaz de elaborar con ciencia y conciencia el mejor vino sino el catador exigente, el sibarita entrañable con el que sueño compartir una cena en casa. Lo tenemos elaborando aquel tinto Paradoja en San Miguel del Morro, muy cerca de Playas, adonde viajé hace una semana. Esencial es la labor del técnico agrónomo brasileño Huil Germano. Llamé entusiasmado a mi amiga Grace Donoso, supe que Paradoja había sorprendido a los catadores de la Cofradía del Vino y conquistado la nariz del afamado enólogo Pablo Conselmo.
Al husmear el tinto Paradoja, supe que estaba frente a un gran producto; aromas frutales y de vainilla en el ataque, gran predominio del Malbec luego lo encontraría lleno en boca, con leve amargor que no me desagradó, final persistente, taninos suaves que dejan presagiar posibilidades de guarda. Probé también el Bruma: ensamblaje de Pinot noir, Sirah, Merlot, Cabernet Sauvignon, vino muy amable de intensas frutas rojas, color curiosamente pálido (siendo ensamblaje) que no le resta calidad, recordándome el tono del clarete bebido en Aranda de Duero. ¡Y qué aroma hermoso me dejó la copa vacía de Paradoja! Al escanciarla, encontré cristales de bitartrato, lo que no es ninguna mala señal. ¿No hubo filtrado?
En San Miguel del Morro están seis hectáreas de viñedos donde predominan el Malbec y el Cabernet Sauvignon, siendo esta última cepa la más resistente, la más adaptable. El clima permite dos vendimias por año. Al dar una planta cuatro botellas, estamos hablando de un vino de buena calidad, alto rendimiento, siendo quizás lo ideal una botella por planta, lo que en el futuro podría permitir la elaboración de vinos Premium. No tuve la oportunidad de probar el Chardonnay. Me siento orgulloso de vivir en un país donde empresarios de visión y talento permiten al Ecuador alcanzar semejante progreso.
Texto tomado de: La Revista
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