martes, 4 de agosto de 2009

Mi tipo inolvidable

Por Paulo Coelho 
El Alquimista

Cuando yo era niño acostumbraba leer una revista a la que mis padres estaban suscriptos; tenía una sección llamada "Mi tipo inolvidable" -donde personas comunes hablaban de otras personas comunes que habían tenido influencia en sus vidas. 

Claro que a aquella altura, con nueve o diez años, yo también había creado mi personaje marcante. Por otro lado, tenía seguridad de que en el decorrer de mis años este modelo iría a mudar, por lo tanto resolví no escribir a la tal revista sometiendo mi opinión  (me quedo imaginando hoy, cómo ellos habrían recibido la colaboración de una persona con mi edad en esa época).

Los tiempos pasaron. Conocí mucha gente interesante que me ayudó en momentos difíciles, que me inspiró, que me mostró caminos que eran necesarios andar. Mientras tanto, los grandes mitos de la infancia, los más poderosos; pasan por periodos de desvalorización, de polémicas, de olvido -pero permanecen, surgiendo en las ocasiones necesarias con sus valores, sus ejemplos, sus actitudes. 

Mi tipo inolvidable llamábase José, el hermano menor de mi abuelo. Nunca se casó, fue ingeniero durante muchos años y cuando se jubiló, resolvió vivir en Araruama, ciudad vecina de Río de Janeiro. Era allí que toda la familia iba a pasar las vacaciones con sus niños; tío José era soltero, no debía tener mucha paciencia para aquella invasión, pero era este el único momento en que podía dividir un poco de su propia soledad con los sobrinos-nietos. Era también inventor y para acomodarnos, resolvió construir una casa donde los cuartos solamente aparecían ¡en el verano! Se apretaba un botón y del techo bajaban las paredes, de los muros salían las camas y los tocadores... y listo; cuatro dormitorios para acomodar a los recién llegados. Cuando terminaba el carnaval, las paredes subían, los muebles volvían a entrar en los muros y la casa volvía a ser un gran galpón vacío, donde acostumbraba guardar el material de su taller.

Construía coches. No apenas eso, sino que hizo un vehículo especial para llevar a la familia a la laguna de Araruama -una mezcla de jeep con tren sobre neumáticos. Íbamos al mar, convivíamos con la naturaleza, jugábamos todo el día y siempre me preguntaba: "¿Por qué él vive aquí solo? Tiene dinero, ¡podría vivir en Río!". Contaba historia sobre los Estados Unidos, donde trabajaba en minas de carbón y se aventuraba en lugares nunca antes visitados. La familia acostumbraba decir: "Es todo mentira". Vivía vestido de mecánico, y los parientes comentaban: "Debería tener ropas mejores". Cuando la televisión entró en Brasil, compró un aparato que colocaba en la vereda, de modo que la calle entera pudiese ver los programas.

Me enseñó a amar lo que elegimos con el corazón.

Me mostró la importancia de hacer lo que uno desea, independiente de lo que los otros comenten. Me acogió cuando, adolescente rebelde, tuve problemas con mis padres. Un día  me dijo: 

-Inventé el hidráulico (cambio automático de cambio de marchas en un auto). Fui a Detroit, entré en contacto con la General Motors, me ofrecieron 10.000 dólares en la hora o  1 dólar por auto vendido con este nuevo sistema. Tomé los diez mil dólares y viví los años más fantásticos de mi vida. 

La familia decía: tío José vive inventando cosas, no le crean. Y, teniendo una gran admiración por sus aventuras, por su estilo de vida, por su generosidad, no creí en esta historia. Conté esto para el periodista Fernando Morais, apenas porque tío José era y es mi tipo inolvidable. 

Fernando resolvió conferir, y esto es lo que encontró (el texto está editado, pues es parte de un gran artículo): "El primer cambio automático fue inventado por los hermanos Sturtevant de Boston en 1904. El sistema no funcionaba a contento porque los pesos frecuentemente se alejaban mucho. Pero fue la invención de los brasileños Fernando Iehly de Lemos e José Braz Araripe, vendida a GM en 1932, que contribuyó para el desenvolvimiento del sistema hidráulico lanzado por la GM en 1939."

Con millones de coches hidráulicos siendo producidos todos los años, la familia -que nunca acreditara en nada, y encontraba que tío José se vestía mal- hubiera quedado con una fortuna incalculable. ¡Qué bueno que él gastó sus diez mil dólares en años felices!


Texto retirado de: http://www.eluniverso.com/

1 comentario:

  1. El blog esta muy interesante, felicitaciones.
    Lo que mas me agrada son las entradas de la "Esquina del idioma"
    Bendiciones desde Playas Ecuador.

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