Dicen que solo en los Estados Unidos se consumen cada año más de veinte mil millones de ellos y en Austria 630 millones. No sé cuál será el consumo global en Ecuador, pero Epicuro prefiere acudir a uno de estos quioscos donde saborea un sándwich de pernil o de pavo.
En cuanto a las salchichas, existen tipos mil veces preferibles a la que se usa entre panes. Aquellas que insertan en los perros calientes nunca me convencieron. No es tan fácil hacer una buena frankfurter fuera de Alemania.
Busqué en mi libro de Apicius alguna receta parecida en latín, mas no la encontré. Sin embargo sabemos que Julio César, con total seguridad, habrá muchas veces comido salchichas pues existían unas cuantas variedades: la lucania se elaboraba con cerdo y res y la ahumaban para que pudiera conservarse.
El botellum era una tripa rellena con yemas de huevo y piñones a los cuales se añadía cebolla, puerro y pimienta. La farcimina incluía sesos, huevos y condimentos picantes.
En fin, el escinium era como carne moldeada con la mano en forma de salchicha, quizás algo que nos recuerda al quipe de los árabes. Pero el escinium también podía rellenar alguna tripa. Se la menciona ya nueve siglos antes de Cristo en la Odisea, obra atribuida a Homero.
En la historia hubo grandes aficionados entre los cuales se halla Franz Schubert. Imagino que el nombre viene del latín salsus (salado), pero es solo apreciación mía que no hallarán en libro alguno. Del latín hubiera tal vez venido el vocablo italiano salsiccia.
Habrá que esperar muchos siglos para que aparezca el perro caliente tal como lo conocemos ahora. Al emigrar a los Estados Unidos muchos alemanes, en el siglo XIX, hicieron sentir su influencia gastronómica. Dicen que un vendedor de embutidos, en Nueva York, solía servirlos muy calientes ofreciendo a sus clientes guantes plásticos para que no se quemaran. Al no conseguir los guantes un buen día, sirvió la salchicha en medio de un pan.
En todo caso, en 1871, un carnicero alemán llamado Charles Feltman se hizo famoso con su quiosco en Coney Island. Según Bruce Kraig, el nombre hot dog tomaría su origen en el perro teckel también llevado por los alemanes a los Estados Unidos, un can largo y bajito al que denominamos de pronto “perro salchicha”.
El hot dog dio la vuelta al mundo. Se lo sirve con mayonesa, mostaza, a veces col agria, también con aquel ketchup que nunca convencía a Epicuro, pues no puede compararse con la verdadera y sabrosa salsa de tomate italiana.
Cada año se lleva a cabo el insólito festival del hot dog en uno de los más viejos restaurantes de Coney Island. Se organiza un concurso para ver quién se zampará la mayor cantidad. Hasta la fecha, el récord pertenece a un japonés. El goloso nipón engulló 53 en 12 minutos.
Me suena dramático cuando recuerdo a los niños famélicos de África. El perro caliente más grande del mundo se hizo en Chile y midió ciento veinticinco metros de largo (300 kilos de salchicha, 100 de harina).
En todo caso, el más pintoresco de los emparedados ya cumplió 200 años de risueña existencia. Frente a su limitación gastronómica, es bueno recordar que los alemanes, maestros en charcutería (tiene como mil quinientas variedades), son expertos en salchichas.
Epicuro recomienda siempre las que elabora en Guayaquil Manfred Kraut con su equipo.
¿Los mejores hot dogs en la ciudad? Como no soy aficionado, ustedes tienen la palabra.
Texto tomado de: Epicuro / http://www.eluniverso.com/
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