Desde su hogar la cantante guayaquileña, habla por primera vez del dolor de perder a un ser querido, el valor de las cosas simples de la vida y el amor infinito a la música.
Da igual que hable o cante. Siempre lo hace con ímpetu, pasión y convicción. Sus grandes y vivaces ojos van de la mano con los gestos y acciones que marcan cada movimiento de su cuerpo.
Fuera del escenario, es una mujer sencilla, nada vanidosa. Para las fotos de esta entrevista no se puso un traje especial.
El discreto maquillaje resaltaba su bronceada piel. Estaba en su casa y así quiso ser captada, sin poses y al natural. Su primogénito Enrique Silva, permaneció vigilante mientras navegaba en su computadora. Su hermano Sebastián Medrano se le unió más tarde.
El rincón favorito de la soprano guayaquileña invita a la quietud y al sosiego.
“Soy amante de lo que es el universo. Me gusta mucho la Luna, y todo lo concerniente a la astrología. Leo a Osho. No soy taoista ni mucho menos, pero obtengo paz al desprenderme de lo material. Con la enfermedad de mi padre aprendí a dar una mayor importancia a la familia y a las personas que quiero”.
Es que “Pelusa” como la llaman sus más allegados también experimentó el dolor.
Hace un mes recién debió aceptar la partida de su progenitor Enrique Gil Calderón.
Beatriz Gil Parra confiesa que su esquema de vida se vino abajo cuando él falleció.
“En ese instante me di cuenta lo importante que era en mi vida, porque él llenaba mis espacios. Ante su ausencia tuve que cubrir esos afectos y prioridades. Sentí mucha rabia, dolor, impotencia y soledad. Pero el tiempo es el mejor aliado para superar el sufrimiento y no estancarse. Lo asimilé y empecé a alejarme de todos quienes me lo recordaban”.
De su papá, señala que se queda con su carácter, el amor a la vida y el poder reírse de todo lo que le acontecía, aunque sea triste, feo o malo.
“Él siempre se reía de sí mismo primero antes que de otro. A mi padre lo pienso 30 veces al día, está presente en cada cosa. Fue la persona que me ayudó a criar a mis hijos, le consultaba todo, hasta la selección de cada repertorio. Éramos cómplices”.
¿Qué vas a hacer cuando yo me vaya? le preguntó el desaparecido músico a su hija.
“Asumo que llorar”, respondió. A lo que él le replicó: “No seas boba, llora un ratito y después goza y disfruta la vida porque es tan corta pero hermosa. Yo te enseñé todo lo que tenías que hacer, ya te darás cuenta”.
Beatriz se percata de que aunque la despedida con “don Kily” fue larga, al enterarse de la leucemia. “Estaba consciente que iba a perderlo, pero tuvimos la oportunidad de reencontrarnos y dejar en claro muchas cosas”.
“Me despedí tranquila y con la conciencia limpia porque estuve con él hasta el final”.
Al referirse a su madre, Beatriz Parra Durango, indica con emoción mientras sonríe, que heredó su constancia, perseverancia y el amor al arte.
“Todo lo que consiguió mi mamá fue a base de su tesón y el amor a la profesión, además fue estupenda hija. Eso es lo mejor que guardo de mi mamá”.
Amante del mar y la tierra, no le gustan los adornos de porcelana, se inclina por las artesanías. Así se explica que los objetos de madera sean los que más predominen en su casa. Únicamente se halla una escultura de mármol, reliquia, de su abuela Alejandrina Gilbert Pontón.
Detesta guardar cosas o conservar ropa que no utiliza. Prefiere regalar o botar, porque según dice, estancan energías.
Memorias de sus viajes por Egipto, Cuba, México, Perú, Chile, Argentina y Rusia, país donde residió y estudió por 6 años, viven en sus aparadores, vitrinas, mesas y su vistoso bar.
Su ciudad preferida es París pero recientemente quedó atrapada con la belleza de Barcelona, España. Su mayor adicción se llama Latinoamérica.
“Nada se compara con nuestro continente”, sentencia.
En la antesala de su hogar, mientras el reportero gráfico le pide que cante, sus tersos dedos se apoyan en el piano para interpretar una maravillosa versión de Ay, del amor, del cubano Mike Porcel y los cautivantes tangos Dos extraños y Sin palabras.
Mientras conversamos con Beatriz Gil Parra, llegan los músicos Alejandro Cañote, Luis González, Enrique Silva, Fernando Gil y Luis Izurieta. Es un día más para ensayar el repertorio de lo que será el concierto Esencia de mujer que ofrecerá el 12 de agosto a las 20:00 en el teatro Fedenador, donde Patricia González tendrá una intervención especial.
La artista explica que bautizó al show con ese título porque es un homenaje a las mujeres que admira y que forman parte de la historia de la música.
“Todo lo que interpreto sale siempre de mis entrañas, de lo contrario no lo hago. Saqué uno de los 22 temas del repertorio porque no me identificaba con él”.
Entre las cantantes que forman parte del tributo están: Libertad Lamarque, Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Lupita D’Alessio, Angélica María, Myriam Hernández, Violeta Parra y Eladia Blázquez.
En el recital, con el que Beatriz retorna a los escenarios, habrá también baladas de Mecano, Trigo Limpio y Mocedades.
¿Pero cuál es la esencia de esta indómita mujer?
“No es complicada, es simple. Amo las cosas que todo el mundo ama; hijos, casa, perros y el amor infinito a la música”.
Al hablar de sus parejas, ella admite que se ha dejado amar y que también ha amado (en ese orden). Sorprende el hecho de que siendo una mujer interesante, y con múltiples cualidades a la vista se encuentre sola.
“No soy de las que salgo mucho. No llevo una vida socialmente activa. Me considero extremadamente tímida. Cuando me doy finalmente, rompo una barrera y puedo ser más natural. A mis parejas las he conocido por situaciones eventuales o casuales. Nunca he aceptado tomarme un café con alguien. Jamás he tenido una cita. Mi próximo amor lo conoceré así. No me gusta forzar nada, creo mucho en el destino”.
El discreto maquillaje resaltaba su bronceada piel. Estaba en su casa y así quiso ser captada, sin poses y al natural. Su primogénito Enrique Silva, permaneció vigilante mientras navegaba en su computadora. Su hermano Sebastián Medrano se le unió más tarde.
El rincón favorito de la soprano guayaquileña invita a la quietud y al sosiego.
“Soy amante de lo que es el universo. Me gusta mucho la Luna, y todo lo concerniente a la astrología. Leo a Osho. No soy taoista ni mucho menos, pero obtengo paz al desprenderme de lo material. Con la enfermedad de mi padre aprendí a dar una mayor importancia a la familia y a las personas que quiero”.
Es que “Pelusa” como la llaman sus más allegados también experimentó el dolor.
Hace un mes recién debió aceptar la partida de su progenitor Enrique Gil Calderón.
Beatriz Gil Parra confiesa que su esquema de vida se vino abajo cuando él falleció.
“En ese instante me di cuenta lo importante que era en mi vida, porque él llenaba mis espacios. Ante su ausencia tuve que cubrir esos afectos y prioridades. Sentí mucha rabia, dolor, impotencia y soledad. Pero el tiempo es el mejor aliado para superar el sufrimiento y no estancarse. Lo asimilé y empecé a alejarme de todos quienes me lo recordaban”.
De su papá, señala que se queda con su carácter, el amor a la vida y el poder reírse de todo lo que le acontecía, aunque sea triste, feo o malo.
“Él siempre se reía de sí mismo primero antes que de otro. A mi padre lo pienso 30 veces al día, está presente en cada cosa. Fue la persona que me ayudó a criar a mis hijos, le consultaba todo, hasta la selección de cada repertorio. Éramos cómplices”.
¿Qué vas a hacer cuando yo me vaya? le preguntó el desaparecido músico a su hija.
“Asumo que llorar”, respondió. A lo que él le replicó: “No seas boba, llora un ratito y después goza y disfruta la vida porque es tan corta pero hermosa. Yo te enseñé todo lo que tenías que hacer, ya te darás cuenta”.
Beatriz se percata de que aunque la despedida con “don Kily” fue larga, al enterarse de la leucemia. “Estaba consciente que iba a perderlo, pero tuvimos la oportunidad de reencontrarnos y dejar en claro muchas cosas”.
“Me despedí tranquila y con la conciencia limpia porque estuve con él hasta el final”.
Al referirse a su madre, Beatriz Parra Durango, indica con emoción mientras sonríe, que heredó su constancia, perseverancia y el amor al arte.
“Todo lo que consiguió mi mamá fue a base de su tesón y el amor a la profesión, además fue estupenda hija. Eso es lo mejor que guardo de mi mamá”.
Amante del mar y la tierra, no le gustan los adornos de porcelana, se inclina por las artesanías. Así se explica que los objetos de madera sean los que más predominen en su casa. Únicamente se halla una escultura de mármol, reliquia, de su abuela Alejandrina Gilbert Pontón.
Detesta guardar cosas o conservar ropa que no utiliza. Prefiere regalar o botar, porque según dice, estancan energías.
Memorias de sus viajes por Egipto, Cuba, México, Perú, Chile, Argentina y Rusia, país donde residió y estudió por 6 años, viven en sus aparadores, vitrinas, mesas y su vistoso bar.
Su ciudad preferida es París pero recientemente quedó atrapada con la belleza de Barcelona, España. Su mayor adicción se llama Latinoamérica.
“Nada se compara con nuestro continente”, sentencia.
En la antesala de su hogar, mientras el reportero gráfico le pide que cante, sus tersos dedos se apoyan en el piano para interpretar una maravillosa versión de Ay, del amor, del cubano Mike Porcel y los cautivantes tangos Dos extraños y Sin palabras.
Mientras conversamos con Beatriz Gil Parra, llegan los músicos Alejandro Cañote, Luis González, Enrique Silva, Fernando Gil y Luis Izurieta. Es un día más para ensayar el repertorio de lo que será el concierto Esencia de mujer que ofrecerá el 12 de agosto a las 20:00 en el teatro Fedenador, donde Patricia González tendrá una intervención especial.
La artista explica que bautizó al show con ese título porque es un homenaje a las mujeres que admira y que forman parte de la historia de la música.
“Todo lo que interpreto sale siempre de mis entrañas, de lo contrario no lo hago. Saqué uno de los 22 temas del repertorio porque no me identificaba con él”.
Entre las cantantes que forman parte del tributo están: Libertad Lamarque, Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Lupita D’Alessio, Angélica María, Myriam Hernández, Violeta Parra y Eladia Blázquez.
En el recital, con el que Beatriz retorna a los escenarios, habrá también baladas de Mecano, Trigo Limpio y Mocedades.
¿Pero cuál es la esencia de esta indómita mujer?
“No es complicada, es simple. Amo las cosas que todo el mundo ama; hijos, casa, perros y el amor infinito a la música”.
Al hablar de sus parejas, ella admite que se ha dejado amar y que también ha amado (en ese orden). Sorprende el hecho de que siendo una mujer interesante, y con múltiples cualidades a la vista se encuentre sola.
“No soy de las que salgo mucho. No llevo una vida socialmente activa. Me considero extremadamente tímida. Cuando me doy finalmente, rompo una barrera y puedo ser más natural. A mis parejas las he conocido por situaciones eventuales o casuales. Nunca he aceptado tomarme un café con alguien. Jamás he tenido una cita. Mi próximo amor lo conoceré así. No me gusta forzar nada, creo mucho en el destino”.
TEXTO: Santiago San Miguel P.
FOTOS: Jonathan Miranda.
Que tal Colofón, Beatriz Gil es una mujer muy bella y excelente cantante. Ella interpreta musica Ecuatoriana e internacional.Buena entrada.
ResponderEliminarTodo muy bien en la playa.
Yo conozco personalmente a las dos señoras, personas totalmente maravillosas, buenas amables y carismáticas! con un increíble talento madre y abuela d 2 bellos nietos e hijos :)
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