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martes, 13 de octubre de 2009

Pamela Cortés

Un reencuentro con su Guayaquil

La cantante ecuatoriana que radica en México se presentó recientemente junto al argentino Áxel, en el Teatro Ananyasí, de Panamá, país donde su nombre continúa vigente.

Es la segunda vez que visita Guayaquil en lo que va del año.

Su anterior arribo, a principios de mayo, pasó desapercibido, pues apenas permaneció 15 días debido a la gripe porcina que azotaba a México para esa fecha. En esta ocasión su estadía es por placer y se extiende por más de un mes.

La imagen de Pamela Cortés dista mucho de la ex “Paquita” de Xuxa, en los 90, pero conserva la sonrisa traviesa y esos ojos vivaces tan característicos de aquella “Pamelita”. 

Nos citamos con ella en una conocida cafetería de Urdesa, su rincón favorito cuando llega al Puerto Principal. Mientras tomaba su capuchino y ordenaba una humita, Pamela, a quien no se le ha pegado el acento mexicano, nos comenta de Cristales rotos, el quinto disco de su carrera y grabado enteramente en la nación norteña.

De esta producción compuesta por 10 canciones, 9 son de su autoría y en algunas de estas colaboró su hermano Claudio.

El sugestivo nombre del álbum responde -según Pamela- a que en algunas ocasiones le rompieron el corazón. “Lo que pasa con los compositores es que nosotros publicamos por lo que sentimos, pero en el corazón no hay reglas ni leyes”.

A la hora de morir por alguien, afirma que lo haría únicamente por su familia, pero cuando le preguntamos si lo hiciera por una pareja, ella responde: “No lo sé, no he llegado a ese punto, pero no lo haría por despecho”.

Mientras saborea con gusto la humita, denota alegría de verse con sus amigas más tarde, entre las que se encuentra Flor María Palomeque.

“Nos reunimos y hacemos cangrejadas o desayunos.

Conversamos largamente. Cada vez que vengo a Guayaquil no me resisto a los cangrejos y al encebollado, los como de cajón; también el sánduche de chancho y la humita con su buen café. Por suerte digiero mucho y no engordo. Debería rodar, soy buen diente”, manifiesta entre risas, aclarando que su organismo se mantiene bien, comiendo cinco veces al día.

La intérprete de Dicen retomó la gimnasia hace 2 meses, pero no se priva de nada a la hora de dar gusto al paladar. “En México todo es delicioso, me encantan los tacos y hay una amplia variedad de estos, como los de gusanito de maguey que son una delicia. Amo las tortillas y el guacamole”.
Es que el arte culinario es otra de las cualidades de Pamela Cortés, cuya sazón es reconocida por quienes la conocen a la hora de elaborar platos chilenos, peruanos ecuatorianos o mexicanos.

“El otro día hice una cazuela de pescado riquísima. Estoy consciente de lo que llevo a mi estómago. Si un día como dulces sé que al siguiente no podré hacerlo, tendré que bajarlos. Pero entiendo que a un migrante le resulte tentador el arroz con menestra, carne frita y patacones, y convertirse en un marrano completo” (risas).

Retomando su carrera en la tierra del tequila, señala que en el último año pudo explotar su carrera como compositora en Televisa. Melodías como No quiero y Te extraño, que se desprenden de Cristales rotos, sonaron en producciones como Alma de Hierro, que obtuvo el premio a Mejor Telenovela 2008 en México.

Aunque supimos que Pamela vive en Polanco, una de las zonas más exclusivas del DF (antes vivía en La Condesa), es de quienes deja su auto parqueado para subirse al metro o a un bus que la lleve al centro. “Es chévere, lo sigo haciendo porque disfruto conocer todos los lados y rincones en la ciudad donde vivo”.

Amante del arte mexicano, una de sus artistas favoritas es la célebre pintora Frida Kahlo. Tuvo la oportunidad de tratar a algunos de sus parientes.

“Ellos mantienen vivo su legado. Han sacado productos como el tequila Frida Kahlo. El año pasado acudí a una exposición en el Palacio de Bellas Artes, donde se exhibieron las cartas que intercambió con Diego Rivera durante el tiempo que fueron pareja. Empecé a llorar con el contenido de esas misivas y pensando que por ahí pasaron sus manos. La admiré de toda la vida. Mi mamá también rompió en llanto al momento de tocar sus collares”.

Siendo también una apasionada del folclor latinoamericano, no descarta la idea de grabar un disco de rancheras, siempre y cuando “me dé la raza”.
Géneros como el pasillo, el bolero y la salsa forman parte de su música predilecta.

Respecto a su corte de pelo, enfatiza que carece de algún concepto y no tiene nada que ver con el estilo Emo, pues menciona que su cabello no lo tiene pegado a la frente.

“Simplemente tuve ganas de cubrirme la mitad del rostro, el cuello y la oreja.

Disfruté hacerlo. Puede que me cambie de look más adelante. Me pongo tratamientos hidratantes, y para lograr el peinado de ahora me sometí a alisados permanentes para que el cabello tenga su caída y así evitar los rizos, pero no lo hago más porque -como te digo- cambiaré mi apariencia”.

Pamela es de las mujeres que jamás madruga. Se levanta usualmente a las 10:00, dependiendo de la agenda de trabajo que haya mantenido el día anterior. Conserva todo lo que hizo en Ecuavisa en su época de El Rincón de los Bajitos.

“En este instante no me llama la atención conducir un espacio en la televisión. Pero sí quiero actuar, he hablado al respecto con varios directivos, solo que la prioridad en este instante es componer. Me encantaría que algún día Ednita Nazario, Alejandra Guzmán o Gloria Trevi interpretaran algunos de mis temas. Las madrugadas y las noches lluviosas son las de mayor inspiración para mí.”.

Sentimentalmente, Pamela está sin pareja, pero asegura que su prototipo de hombre apunta a aquel que le demuestre confianza y apoyo.

“Me agradan los tipos con carácter, pero no los mandones ni dominantes, ahí sí que no, los echo enseguida. Físicamente no me importa si son gordos, flacos, altos o bajos. Primero me enamoro de su personalidad y después los veo bonitos. Sigo esperando a esa persona; si hubiera aparecido, estaría casada y encargando un bebé.

TEXTO: Santiago San Miguel P.
FOTOS: Gerardo Menoscal / EXPRESO y Cortesía

Texto tomado de: Diario Expreso 

miércoles, 12 de agosto de 2009

Beatriz Gil Parra

”Todo lo que hago sale de mis entrañas”

Desde su hogar la cantante guayaquileña, habla por primera vez del dolor de perder a un ser querido, el valor de las cosas simples de la vida y el amor infinito a la música.

Da igual que hable o cante. Siempre lo hace con ímpetu, pasión y convicción. Sus grandes y vivaces ojos van de la mano con los gestos y acciones que marcan cada movimiento de su cuerpo.

    Beatriz Gil Parra y su mamá Beatriz Parra Durango 

Fuera del escenario, es una mujer sencilla, nada vanidosa. Para las fotos de esta entrevista no se puso un traje especial.

El discreto maquillaje resaltaba su bronceada piel. Estaba en su casa y así quiso ser captada, sin poses y al natural. Su primogénito Enrique Silva, permaneció vigilante mientras navegaba en su computadora. Su hermano Sebastián Medrano se le unió más tarde.

El rincón favorito de la soprano guayaquileña invita a la quietud y al sosiego. 
“Soy amante de lo que es el universo. Me gusta mucho la Luna, y todo lo concerniente a la astrología. Leo a Osho. No soy taoista ni mucho menos, pero obtengo paz al desprenderme de lo material. Con la enfermedad de mi padre aprendí a dar una mayor importancia a la familia y a las personas que quiero”. 
Es que “Pelusa” como la llaman sus más allegados también experimentó el dolor.

Hace un mes recién debió aceptar la partida de su progenitor
Enrique Gil Calderón.

Beatriz Gil Parra confiesa que su esquema de vida se vino abajo cuando él falleció.
“En ese instante me di cuenta lo importante que era en mi vida, porque él llenaba mis espacios. Ante su ausencia tuve que cubrir esos afectos y prioridades. Sentí mucha rabia, dolor, impotencia y soledad. Pero el tiempo es el mejor aliado para superar el sufrimiento y no estancarse. Lo asimilé y empecé a alejarme de todos quienes me lo recordaban”.

De su papá, señala que se queda con su carácter, el amor a la vida y el poder reírse de todo lo que le acontecía, aunque sea triste, feo o malo.

“Él siempre se reía de sí mismo primero antes que de otro. A mi padre lo pienso 30 veces al día, está presente en cada cosa. Fue la persona que me ayudó a criar a mis hijos, le consultaba todo, hasta la selección de cada repertorio. Éramos cómplices”.

¿Qué vas a hacer cuando yo me vaya? le preguntó el desaparecido músico a su hija.

“Asumo que llorar”, respondió. A lo que él le replicó: “No seas boba, llora un ratito y después goza y disfruta la vida porque es tan corta pero hermosa. Yo te enseñé todo lo que tenías que hacer, ya te darás cuenta”.

Beatriz se percata de que aunque la despedida con “don Kily” fue larga, al enterarse de la leucemia. “Estaba consciente que iba a perderlo, pero tuvimos la oportunidad de reencontrarnos y dejar en claro muchas cosas”.

“Me despedí tranquila y con la conciencia limpia porque estuve con él hasta el final”.

Al referirse a su madre, Beatriz Parra Durango, indica con emoción mientras sonríe, que heredó su constancia, perseverancia y el amor al arte.

“Todo lo que consiguió mi mamá fue a base de su tesón y el amor a la profesión, además fue estupenda hija. Eso es lo mejor que guardo de mi mamá”.

Amante del mar y la tierra, no le gustan los adornos de porcelana, se inclina por las artesanías. Así se explica que los objetos de madera sean los que más predominen en su casa. Únicamente se halla una escultura de mármol, reliquia, de su abuela Alejandrina Gilbert Pontón.

Detesta guardar cosas o conservar ropa que no utiliza. Prefiere regalar o botar, porque según dice, estancan energías.

Memorias de sus viajes por Egipto, Cuba, México, Perú, Chile, Argentina y Rusia, país donde residió y estudió por 6 años, viven en sus aparadores, vitrinas, mesas y su vistoso bar.

Su ciudad preferida es París pero recientemente quedó atrapada con la belleza de Barcelona, España. Su mayor adicción se llama Latinoamérica.
“Nada se compara con nuestro continente”, sentencia.

En la antesala de su hogar, mientras el reportero gráfico le pide que cante, sus tersos dedos se apoyan en el piano para interpretar una maravillosa versión de Ay, del amor, del cubano Mike Porcel y los cautivantes tangos Dos extraños y Sin palabras.

Mientras conversamos con Beatriz Gil Parra, llegan los músicos Alejandro Cañote, Luis González, Enrique Silva, Fernando Gil y Luis Izurieta. Es un día más para ensayar el repertorio de lo que será el concierto Esencia de mujer que ofrecerá el 12 de agosto a las 20:00 en el teatro Fedenador, donde
Patricia González tendrá una intervención especial.

La artista explica que bautizó al show con ese título porque es un homenaje a las mujeres que admira y que forman parte de la historia de la música.

“Todo lo que interpreto sale siempre de mis entrañas, de lo contrario no lo hago. Saqué uno de los 22 temas del repertorio porque no me identificaba con él”.

Entre las cantantes que forman parte del tributo están: Libertad Lamarque, Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Lupita D’Alessio, Angélica María, Myriam Hernández, Violeta Parra y Eladia Blázquez.

En el recital, con el que Beatriz retorna a los escenarios, habrá también baladas de Mecano, Trigo Limpio y Mocedades.

¿Pero cuál es la esencia de esta indómita mujer?
“No es complicada, es simple. Amo las cosas que todo el mundo ama; hijos, casa, perros y el amor infinito a la música”.

Al hablar de sus parejas, ella admite que se ha dejado amar y que también ha amado (en ese orden). Sorprende el hecho de que siendo una mujer interesante, y con múltiples cualidades a la vista se encuentre sola.

“No soy de las que salgo mucho. No llevo una vida socialmente activa. Me considero extremadamente tímida. Cuando me doy finalmente, rompo una barrera y puedo ser más natural. A mis parejas las he conocido por situaciones eventuales o casuales. Nunca he aceptado tomarme un café con alguien. Jamás he tenido una cita. Mi próximo amor lo conoceré así. No me gusta forzar nada, creo mucho en el destino”.

TEXTO: Santiago San Miguel P. 

FOTOS: Jonathan Miranda.

Texto tomado de: Diario Expreso 
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